Hablar de uno mismo puede
resultar una tarea extremadamente compleja y complicada, sobretodo si tenemos
en cuenta que para hacerlo, primero tenemos que conocernos.
Conocerse requiere de un proceso continuo de introspección que debe darse a lo largo de toda una vida, con la finalidad de dar respuesta a aquellas cuestiones que se nos plantean acerca del por qué suceden determinados acontecimientos durante nuestra existencia.
Sean conscientes o no, la inmensa
mayoría de las personas no se conocen a sí mismas, y esto en parte es debido al
hecho de haber sido educadas por una sociedad que no ha tenido en cuenta el “
autoconocimiento”, como punto de partida para que comiencen a saber quienes
son y hacia dónde deben encaminar sus vidas.
El sistema educativo actual sigue
dando la espalda a la necesidad que tiene toda persona de ahondar en la manera de
dar sentido a su vida, encontrando su pasión, y por consiguiente, sentir que se
esta siguiendo un propósito que va más allá de nosotros mismos.
Como ya habrás podido adivinar a
través de mis palabras, yo también he estado, y de hecho sigo estando, en un
proceso de autoconocimiento. Lo cierto es que nunca acabas de conocerte del
todo, y por ello es más que conveniente no abandonar dicho proceso y
convertirlo en un hábito.
Hasta la fecha, nunca había tenido muy claro hacia dónde dirigir mi vida. Nunca supe de verdad a que quería dedicarme profesionalmente. Recuerdo, que en el colegio, cuando estaba cursando octavo de EGB, el maestro-tutor mantenía reuniones periódicas con los padres para informarles sobre el rendimiento académico de sus hijos, y de la importancia de escoger entre una u otra opción de estudios, según el grado de satisfacción que de este se derivase.
Hasta la fecha, nunca había tenido muy claro hacia dónde dirigir mi vida. Nunca supe de verdad a que quería dedicarme profesionalmente. Recuerdo, que en el colegio, cuando estaba cursando octavo de EGB, el maestro-tutor mantenía reuniones periódicas con los padres para informarles sobre el rendimiento académico de sus hijos, y de la importancia de escoger entre una u otra opción de estudios, según el grado de satisfacción que de este se derivase.
Las opciones eran estudiar Bachillerato, lo que se conocía antiguamente como BUP, o bien Formación Profesional (FP).
El tutor también se reunía de
manera individual con los alumnos para asesorarles, o más bien, condicionarles
en su decisión. Su argumentario se resumía a que quienes obtenían mejores
puntuaciones debían inclinarse por estudiar BUP, y aquellos que aprobaban
justito FP.
Todo alumno entendía que sólo
aquellos con mayor capacidad intelectual, los más listos, podían optar por
cursar el Bachillerato, y posteriormente elegir la carrera que más les gustase. Por el
contrario, los menos listos, o quienes no habían desarrollado lo suficiente una
de las tantas funciones de nuestro cerebro como la memoria, tenían que
resignarse por la Formación Profesional si querían seguir estudiando. ¿No suena terrible?
Antes de acceder a la universidad
seguía sin tener muy claro que carrera estudiar. Dudaba entre varias opciones,
pero no me decantaba por ninguna. No sabía cual era la que más me gustaba, si
es que había alguna que me gustaba. Ante mi indecisión, desde el departamento
de orientación del instituto, se me aconsejó que debía estudiar aquello que más
salida tuviese. Hoy sé, que lo que más salida tiene es hacer aquello para lo
que has nacido, y también sé, que eso nunca se podrá hacer si no se sabe
realmente quien se es.
Además de coach, soy técnico en
turismo y en administración de empresas. He trabajado como pinche, camarero,
barman, comercial, recepcionista, administrativo, responsable de laboratorio, docente…, y he alcanzado
puestos de gran responsabilidad en empresas de renombre nacional e
internacional.
Un propósito, seguir conociéndome,
conocerte y hacer que te conozcas.